miércoles, 19 de septiembre de 2012


Conferencia:   “Rehabilitación Psicosocial en Adicciones.”
Mariana Núñez Guerra.
23 de septiembre 2011

Introducción
El tema que abordaré el día de hoy resulta bastante amplio pues tanto el concepto de rehabilitación psicosocial como el mismo concepto de adicción implican múltiples y diversas lecturas tanto teóricas como metodológicas e incluso diría yo de carácter epistemológico.

Por esto me pareció importante primero intentar establecer un marco referencial desde el cual asumir un acercamiento teórico al problema de la adicción a las drogas para después ofrecer una definición de rehabilitación psicosocial coherente con este fenómeno.

Como sabemos, hoy más que nunca, el margen de posibilidad adictiva en el ser humano se ha ampliado a terrenos antes inimaginables, se ha incrementado como se han incrementado los productos de consumo que día a día aparecen en el mercado como opciones casi mágicas, por su inmediatez, para encontrar el camino a la satisfacción, término entrecomillado. Solo pensemos por un momento en adicciones como al internet y /o a otros artefactos de la tecnología moderna, al ejercicio, al botox, etc. 

Antes de entrar en tema me gustaría aclararles que mi experiencia en materia de rehabilitación psicosocial se ha asociado a la generación permanente de estrategias de intervención psicosocial para poblaciones vulnerables :  lo que me ha llevado a trabajar con personas con trastornos mentales diversos, con mujeres privadas de su libertad en un reclusorio femenil, tuve la oportunidad también de emprender un proyecto de intervención con un grupo numeroso de jóvenes en situación de calle, que me parece nos ofrece algunas aportaciones para el tratamiento de las adicciones con este tipo de población, entre otras intervenciones de carácter institucional y comunitario.  Por otra parte, en mi práctica clínica tanto institucional como privada, he atendido en los últimos años a un número cada vez mayor de jóvenes con las llamadas patologías duales o los que llamaría los nuevos sujetos de atención en salud mental.  Jóvenes con toda clase de diagnósticos combinados y sin combinar, que no encuentran cabida en ninguna institución o respuesta de dispositivos sui generis, adecuados a estas nuevas formas de sufrir.

En ambos abordajes, los de carácter institucional y/o comunitario y el de la clínica privada, la intervención a través del vínculo humano, el arte y la cultura como vías de inclusión social,  ha sido sin lugar a dudas el eje de mi trabajo. Después de conceptualizar el fenómeno que ahora nos ocupa, compartiré con ustedes algunos aspectos sobresalientes de la experiencia antes mencionada.

De entrada podemos decir que el tema de la drogadicción  constituye sin lugar a dudas, una preocupación contemporánea y que hasta hoy día no podemos atribuirle a ninguna disciplina el campo exclusivo de su abordaje, ni en lo teórico ni en lo referente a la atención.  De hecho, diría yo, que los campos de acción de cada una de las diversas disciplinas que se han ocupado del tema de las adicciones han sido desbordados.

Se trata de un fenómeno relacionado a diversos campos discursivos: psicológico, social, antropológico, médico, jurídico, etc.  En la construcción   social del problema droga,  lo atraviesan desde sus particulares ámbitos, incidiendo en la conformación de diversos dispositivos y prácticas asistenciales.

El Sujeto categorizado como Adicto.
Desde el Estado existe una ambivalencia  con respecto al trato que debe dársele a una persona con problema de adicción.  Por un lado, lo considera enfermo y le propicia dispositivos de tratamiento pero por otro, la ley pena a los consumidores, acusándolos de cometer un delito. Nos topamos con una primera contradicción: el sujeto es responsable o no del consumo de droga, o está enfermo o es un delincuente?

Para el discurso médico, se trata de un enfermo víctima de una sustancia nociva “per se” que termina por apoderarse de su voluntad al generar una  dependencia fisiológica y para el discurso sociológico, el adicto es víctima de una sociedad que por su descomposición, lo invita por un lado a consumir y por otro, lo castiga y excluye por portarse fuera de los límites permitidos, degradándose y formando parte de la descomposición social.

El entramado jurídico tiene como paradigma el prohibicionismo como forma de combate al consumo, el mal se encuentra en la sustancia, por lo que la forma de erradicar el problema es acabar con la sustancia. Esta estrategia ha demostrado históricamente en diferentes partes del mundo,  sus carencias  reflejadas en el aumento del consumo, la violencia, la corrupción, sustancias sin control de calidad, estigmatización y criminalización de los consumidores, y  la pérdida de recursos para llevar adelante políticas del salud pública por parte del Estado.

El enfoque oficial se desprende directamente de la definición de adicción dada por la Organización Mundial de la Salud, según la cual, toda adicción trae consigo "consecuencias perjudiciales para el individuo y la sociedad". Se considera entonces la adicción como una enfermedad con repercusiones sociales y de transgresión judicial en la mayoría de los casos. El adicto es pues, un enfermo capaz de afectar o poner en peligro a los demás miembros de la sociedad y muchas veces también es un delincuente, pues de una manera u otra ha transgredido reiteradamente las leyes imperantes para conseguir la droga.

De manera que los términos « droga » y « adicción » establecen su propia dialéctica excluyendo al sujeto, su singularidad y su intencionalidad. Dando como resultado algo característico de la época actual que es la objetivación de la enfermedad.

Desde otra perspectiva, podemos reconocer que la compulsión al consumo de droga (mejor definición para la adicción) no depende de la droga, acentuar sus atributos de adictividad, es desconocer la función que cumple la economía psíquica particular de un sujeto.  Los efectos destructivos innegables que acontecen con el abuso de las drogas acaban taponeando los determinantes subjetivos que llevaron a la adicción.

Entonces nos damos cuenta de que existe un cruce de dos fuerzas, por un lado la general, lo social, con su contexto macro (económico, político, cultural-la práctica médica) y por otro, lo individual, lo subjetivo del adicto. ¿Cómo compaginarlas para no acabar en un reduccionismo?

Existe actualmente, en México como en el resto del mundo y especialmente en América Latina, entre los distintos profesionales de la salud un interés creciente por acercarse a un enfoque de la noción de Salud y Enfermedad que permita, desde sus diversos ámbitos de desempeño, una comprensión lo más integral posible del fenómeno.

Tanto en el ámbito clínico, pero especialmente en el diseño de políticas, programas y proyectos de salud poblacionales, los equipos de salud han experimentado las limitaciones de los modelos explicativos de enfermedad tradicionalmente utilizados. Tales limitaciones son evidentes en fenómenos como la adherencia a tratamientos, el éxito sólo parcial de las políticas y los programas de prevención y promoción.

Una de las consecuencias de este cuestionamiento generalizado tiene que ver con la incorporación de elementos técnicos y conceptuales originales de diversas disciplinas que nos aportan una mayor comprensión y puesta en marcha de nuevos caminos.

Si las miradas del historiador y del sociólogo pueden ayudarnos a entender el momento histórico en que una sociedad instituye una figura como la del “adicto”, solo un punto de vista clínico podrá decirnos bajo qué condiciones psíquicas un sujeto puede inscribirse en esas prácticas, amenazando o logrando interrumpir todo vínculo social que no esté determinado por la presencia de sustancias.

Desde principios de siglo XX, se impone el término de adicción para patrones compulsivos de consumo. Para mediados del mismo siglo, las teorías explicativas del fenómeno adictivo se centraban en el fenómeno de dependencia física desde el modelo médico y el vínculo de dependencia pasiva oral desde el psicoanálisis.  Aquí voy a detenerme, pues no podría pasar por alto las aportaciones del psicoanálisis,  que sin duda nos dan cuenta de la singularidad con que cada sujeto se relaciona con los objetos de consumo que la sociedad le brinda de manera directa o indirecta.

Desde la teoría y la clínica, el psicoanálisis nos enseña que existe una prohibición originaria con respecto al objeto, tan originaria que antes que prohibición es imposibilidad. Esta condición faltante del objeto de satisfacción, hace que necesariamente el deseo se constituya en las vías del desplazamiento y del reencuentro en otro objeto. A cumplir dicha función se prestan una infinidad de objetos, propuestos por toda la organización de la oferta. La droga es uno de esos objetos que cuando resultan revestir alguna condición del objeto perdido para un sujeto, es adaptado como objeto de satisfacción al que se retorna una y otra vez, en un inevitable fracaso del esperado reencuentro.  Por eso el reencuentro siempre es fallido, y no hace más que alimentar la compulsión cuando se impone la “solución” de la sustancia real. 

En la práctica clínica observamos que a partir del establecimiento de un vínculo con el paciente, conocido como transferencia, lo que se propicia es que este se haga responsable de su situación y de lo que le significa su síntoma.  El resultado del proceso no es solamente una etiqueta o código diagnóstico, sino una puesta en forma del síntoma en un vínculo transferencial, donde el  sujeto advierte que hay una causa cuyo resultado es el síntoma, y que esa causa le concierne, vislumbrando su participación en la producción de ese resultado que es el síntoma.

No existe "la droga", sino diversas sustancias, más o menos adictivas, consumidas de distintas formas por personas diferentes, y que pueden dar lugar a variados tipos de situaciones más o menos problemáticas.

Las drogas no son en sí mismas positivas ni negativas. Del significado que para una persona concreta y su entorno social tengan los efectos de una determinada sustancia, dependerá que su consumo pueda acabar resultando problemático.

La adicción a las drogas es necesaria abordarla desde una perspectiva interdisciplinaria como un síntoma social, teniendo en cuenta sus implicancias subjetivas y culturales. Esta aproximación nos permite cuestionar la difundida concepción que sitúa a las sustancias como causa de la adicción, y organizar estrategias en educación, prevención y asistencia ubicando al usuario de drogas como actor social, sacándolo de la marginalidad en la que suele estar, haciéndolo participe y responsable subjetivo de su salud y de su consumo a la vez que funcionar como agente preventivo multiplicador.

Atacar la sustancia puede llegar a deslindar al sujeto, a veces de la sustancia, pero no de su representación en el psiquismo, por lo tanto sigue ocupando un lugar primordial la sustancia bajo su ausencia.

El otro modelo, llamado de Reducción de Daños define una política social y de salud que surge de la imposibilidad actual, transitoria o permanente, de detener la adicción y la necesidad de minimizar el daño que el sujeto se produce a sí mismo y a los otros. Esta concepción reconoce que en las circunstancias actuales, las condiciones en las que los sujetos consumen los exponen a mayores daños que los que producen las drogas mismas: condiciones de insalubridad, ilegalidad, marginalidad, falta de acceso a los circuitos sanitarios y desinformación.

En los establecimientos dedicados a drogadependientes en nuestro país y en el mundo, la asistencia se organiza desde dos modelos existentes, el de abstinencia y el de reducción de daños. El modelo de abstinencia centra la causa de la adicción en la droga, siendo el fin último su abstinencia, que a veces se convierte también en condición de los tratamientos. Estas instituciones pretenden desintoxicar al sujeto, sacarle el objeto de la adicción en tanto causa. Freud ya advertía sobre el error de utilizar métodos compulsivos e instituciones cerradas: “Las curas de abstinencia tendrán un éxito solo aparente, si el médico se conforma con sustraer la sustancia narcótica, sin cuidar la fuente de la cual brota la imperativa necesidad de aquella” (Freud, 1898)

 “Prohibir la droga en términos de abstinencia, es simplemente mantenerla lejos, sin hacer el duelo por lo que seria perderla” (Vera Ocampo, 1988,98) para hacer ese duelo no es necesaria la abstinencia como indicación, sino que irá produciéndose en tanto se reemplace la dependencia a la droga por la dependencia transferencial.

Entendemos entonces la adicción como un fenómeno harto complejo que ha sido estudiado y abordado desde diversas perspectivas.  Estas han producido sinnúmero de modelos de atención con abordajes que van desde las neurociencias hasta aproximaciones de carácter holístico.  La psicología a través de sus diferentes corrientes no ha dejado de producir estrategias y modos de explicación del fenómeno.

No podemos dejar de reconocer las valiosas aportaciones de todas ellas e intentar sumar esfuerzos y perspectivas para el abordaje de tan difícil padecimiento.

Desde mi experiencia personal, las aportaciones  teórico clínica tanto del psicoanálisis como de otras disciplinas sociales y humanistas han sido referente fundamental para el desarrollo de intervenciones en el terreno específico de la rehabilitación psicosocial.

jueves, 2 de febrero de 2012


REANUDAR

Nos respalda una amplia trayectoria y formación en Salud Mental


Tras varios años de experiencia y formación en la atención a la salud mental y del abordaje de los trastornos mentales; un equipo de profesionales con una amplia práctica institucional y clínica en distintos países decidimos Reanudar nuestras actividades como equipo y generar un nuevo espacio de consulta en México que toma en cuenta las circunstancias y problemáticas actuales.



¿Quiénes somos?


Somos un equipo multidisciplinario de profesionales con experiencia y formación, convocados por nuestro interés de construir una red para la búsqueda de alternativas en temas de Salud Mental.

Esto es así para poder ofrecer una atención integral (bio-psico-social) a las personas y grupos tomando en cuenta la singularidad del caso, sus necesidades y su contexto.


¿Qué hacemos?

Con un método propio e interdisciplinar, trabajamos sobre la complejidad del individuo o población de manera integral, desde una ética clínica, el conocimiento, la formación permanente y la experiencia. Consideramos cada caso de forma singular, adecuándonos a las necesidades que cada persona requiere.
Ofrecemos atención, contención y escucha a través de tratamientos integrales médicos, psicoterapéuticos y rehabilitadores que pueden ser individuales, familiares o grupales. 
Tejemos redes de profesionales e instituciones cuyos esfuerzos son canalizados a dispositivos individuales de reinserción social para aquellos que padecen algún trastorno mental. Asimismo, cuando el caso lo requiere se realiza atención domiciliaria.
Elaboramos programas de orientación y asesoría de problemas sociales para fortalecer a los organismos de la sociedad civil, empresas y gobierno para contribuir al desarrollo comunitario; basándonos en una metodología participativa y con enfoque de Derechos Humanos.